El Tren Maya es el proyecto estrella del actual gobierno de México. Con una inversión de casi 160 mil millones de pesos, se construyen 1,500 kilómetros de vías férreas para impulsar la economía y el turismo en el sureste del país.
Más allá de sus objetivos económicos, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha señalado al Tren Maya como un “proyecto de desarrollo con identidad, con EL propósito de exaltar la grandeza cultural del patrimonio ancestral de los pueblos originarios”.
Pero, ¿qué implicaciones tiene esta visión en la narrativa histórica de las comunidades mayas de Yucatán, Campeche, Chiapas y Tabasco? Analicemos este aspecto poco explorado del ambicioso proyecto ferroviario.
Resignificando el legado maya
Para comprender el efecto del Tren Maya en la narrativa histórica local, primero debemos entender la compleja relación de México con los pueblos originarios maya.
“Durante siglos ha existido una visión discriminatoria y racista desde el centro de país hacia los indígenas del sursureste”, explica la antropóloga Gabriella Said, especialista en culturas amerindias de la UNAM.
Bajo esta óptica, la identidad maya ha sido históricamente minusvalorada y sus extraordinarios logros socio-culturales opacados dentro del relato histórico nacional dominante.
Pero organizaciones indígenas y académicos coinciden en que el Tren Maya puede ser una oportunidad histórica para resignificar con orgullo el legado de las ancestrales civilizaciones de la península de Yucatán.
El tren como símbolo de grandeza
Planteado como una obra faraónica comparable a antiguas maravillas de la ingeniería maya como Chichén Itzá o Uxmal, el Tren Maya busca reivindicar la grandeza de estos pueblos originarios.
“Queremos que los mexicanos volteen a ver la riqueza cultural de esta región; que se enorgullezcan de los Mayas”
Así, el tren se perfila como un poderoso símbolo de revalorización de las raíces indígenas, capaz de transformar la percepción histórica sobre las comunidades maya contemporáneas que habitan el sureste mexicano.
Riesgos de una imposición cultural
Si bien la intención de reivindicar estos pueblos es loable, académicos advierten que el megaproyecto no está exento de imponer una visión y narrativa ajena a las propias comunidades.
“El tren se ha concebido como una epopeya del gobierno federal, no de los pueblos originarios. Son vistos más como receptores pasivos del ‘desarrollo’, no como actores centrales”
Por ello, señala que es fundamental descentralizar la narrativa en torno al Tren Maya, dando voz y voto a las comunidades indígenas para apropiarse de este proyecto de infraestructura que atravesará sus territorios ancestrales.
En conclusión, el Tren Maya plantea una oportunidad sin precedentes de resignificar con orgullo el legado de las ancestrales civilizaciones maya y transformar así la minusvalorada narrativa histórica sobre estos extraordinarios pueblos originarios.
Sin embargo, también existe el riesgo de imponer desde el centro del país una visión folklorizante y poco incluyente de su riqueza cultural e histórica.
El reto está en descentralizar el relato en torno al tren, empoderando a las propias comunidades indígenas para que lideren el rumbo que dará forma a su legado. De lograr este equilibrio, el Tren Maya sí podría convertirse en un poderoso símbolo de reivindicación para los pueblos mayas del sureste mexicano.